Bastones y mucho más…

by André Zuñiga
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Los pasatiempos son algo muy personal. Desde deportes hasta colecciones, pasando por géneros literarios y directores de cine predilectos, pueden ser un escapismo de la realidad o santuarios que exhiben nuestra identidad. Descubiertos por fortuna, accidente o una combinación de ambas, son algo que buscamos conscientemente, apasionadamente, son nuestros y no los cambiaríamos por nada.

Jorge Gutiérrez tiene uno que levantará más de unas cejas; una colección de artículos del mundo golfístico. Bastones, bolsas, zapatos, banderas, bolas, Tees, libros de campos, libretas de yardas y muchos más descansan, perfectamente inventariados, en una gran bodega. Varias personas han intentado adivinar el número exacto de bastones, calculando cantidades que exceden los seis mil, pero esta verdad es un secreto que sólo él conoce. Con 54 años y una jersey de golf bien puesta, este caballero ha dedicado gran parte de su vida a la práctica y a la colección del deporte.

Sin familiares con antecedentes en el golf, Jorge lo descubrió desde niño. Al vivir al lado de un club de golf y contar con amigos con padres que lo practicaban, la primera manifestación de este pasatiempo fue la más simple y pura: jugar golf. Su padre, si bien nunca compartió su interés por el golf, lo impulsó a mejorar su postura, swing y concentración cada vez más.

Este pasatiempo evolucionó por más de diez años, en los que fue campeón regional de la Gira de Golf Zona Centro, ganó diez campeonatos nacionales y, más memorable, alcanzó el Junior World Championship en 1980, competencia en la que terminó en segundo lugar, por detrás del legendario Phil Mickelson. Que una actividad que amas te lleve a momentos tan cercanos a su legado fue increíblemente inspirador en Jorge. Si pudo llegar a este nivel, ¿por qué no aspirar a más? Acudió a su padre, pidiendo ayuda para continuar con su sueño. La siguiente década fue una de las más impresionantes de su vida, alimentando esta hambre despertada por los bastones y los campos de golf.

Durante 1989, Jorge Gutiérrez terminó en 30 podios de 34 torneos amateur; el nivel que demostró fue el suficiente para que visores de Estados Unidos le ofrecieran patrocinios para que su pasatiempo trascendiera a una vida profesional.

Un accidente automovilístico en diciembre de 1989 le arrebató ese sueño.

Afortunadamente, pudo evitar lesiones permanentes y recuperarse en poco tiempo. Desafortunadamente, este suceso cerró la puerta de lo que prometía ser una sensación del golf y ocasionó en su ser un gran cráter muy difícil de reparar. Jorge Gutiérrez no jugó, observó ni interactuó con el golf por décadas.

Difícil, pero no imposible. El tiempo pasa y nuestros valores y prioridades cambian. Es axiomático en su camino y no discrimina a nadie, otorgándose en cantidades ecuánimes para todas las personas, criaturas y estructuras de nuestro mundo. Así como nos alejamos de amigos y emociones de nuestra infancia, podemos encontrar nuestros pasatiempos olvidados con la misma alegría con la que un niño desentierra tesoros en una playa. Jorge Gutiérrez reconectó con el golf gracias a una divertida anécdota con uno de sus hijos. Su suegro comenzó a jugar golf a los 58 años y su casa estaba repleta de trofeos. Esto ocasionó tal inspiración en su nieto que, a los seis años, bajó todos los trofeos de la vida amateur de Jorge y le dijo que se los llevaría a su abuelo.

“Tú no juegas golf”.

Cuatro palabras que destruyeron las presas que ese accidente había construido hace tantos años. Jorge descubrió una forma maravillosa de revivir su pasión por el deporte, una forma que muy pocas personas son afortunadas de descubrir: a través de sus hijos. Primero los llevó a jugar, luego les enseñó todo lo que había aprendido en su adolescencia; este pasatiempo recobró el tiempo perdido y con intereses, con los hijos de Jorge inscribiéndose a la Gira Juvenil de la Zona Centro, con su padre como caddie. Una luz emana de los pequeños cuando realizan este sueño durante esas cinco horas en el campo, y poder estar a su lado, compartiendo ese hermoso momento con ellos, es algo que Jorge no cambiaría por nada en el mundo. El golf volvió a su vida con un atuendo distinto; Jorge podía disfrutarlo de nuevo, a pesar de no jugarlo al nivel que alcanzó antes. ¿Cuál sería el siguiente paso para que este pasatiempo surgiera de nuevo?

Algo que siempre hizo desde niño fue guardar cosas antiguas. En sus años como amateur, compraba bastones con décadas de historia y los añadía a su entonces indefinida colección. Este hábito se extendió por gran parte de su vida hasta que, en un día de limpieza y recolección en su casa, descubrió que tenía en su posesión 399 bastones. Tuvo que sentarse y pensar seriamente cuál era su misión, su objetivo. Luego de conectar los puntos de su historia con los artículos de su bodega, aderezados con su habilidad en la decoración de interiores, supo qué quería, qué tenía que hacer. Un museo de golf, en su ciudad natal de Querétaro.

¿Hasta dónde ha llegado esta colección, décadas después? Solo él lo sabe con exactitud, pero algunos de los artículos que Jorge Gutiérrez ha reclamado son impresionantes. El inventario comenzó, convenientemente, desde estos primeros 399 bastones, inventario que ha continuado hasta alcanzar las inmensas cantidades que tiene hoy en día. Valiéndose de su fascinación por la antigüedad y las habilidades de su profesión, Jorge sabe perfectamente en qué estantería descansa cuál artículo. Comenzó a estudiar la historia del golf, las marcas más relevantes e históricas y la búsqueda por estos tesoros. Uno de los primeros artículos que obtuvo con intención fue un conjunto de fierros de Ben Hogan, edición limitada que fabricaron por su 50 aniversario. Al poseer un artículo limitado, una nueva sensación recorrió su interior, profundizando aún más en su deseo de aprender sobre los coleccionables del deporte.

Su bastón preferido surgió en su más reñida competencia, el anterior mencionado Junior World Championship. El día anterior a la ronda final, una ampolla apareció en su dedo meñique. Decidió reajustar el grip donde lo empuñaba. Don Arturo Herbert, Presidente de Zona Centro en ese momento, descubrió esto y, luego de un ligero regaño, fue por un corta cajas y realizó el ajuste personalmente. Esta anécdota, sumándose a que en esa competencia abundaban los Par 3, volvió a ese bastón su consentido y, posteriormente, preferido.

Una de las joyas más grandes de esta corona son Putters de la marca PING. Siempre ha sido leal a esta marca, con un Putter PING Pal como el primer bastón de esta clase que compró. Estas ediciones únicas se entregan a un jugador que haya ganado un torneo utilizando esta marca en todos los hoyos. La vasta mayoría de estos siguen con sus jugadores o familiares, pero algunos están en circulación y Jorge Gutiérrez tiene siete. En esa selecta lista hay ejemplares tan únicos como el putter que usó Jeff Sluman cuando ganó el PGA Championship de 1988

La colección de este caballero ha llegado a tal nivel que jugadores profesionales se acercan a él para entregarle sus libros de yardas, o recuerdos personales que desean formen parte del creciente acervo de Jorge. Este pasatiempo es un inspirador ejemplo de cómo se puede lograr algo con la pasión, conocimientos y persistencia suficientes, con el tiempo como un poderoso aliado que otorga experiencia y circunstancias más allá de excusas y dificultades. El pasatiempo de Jorge Gutiérrez seguirá creciendo y su misión de inaugurar un museo golfístico en Querétaro se acerca cada día un poco más.

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